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•-¿Quién pensaría que a inicios del siglo XVII aquellos casos de asesinato y canibalismo acabarían en el pequeño pueblo de Samlesbury? Luego de una cantidad inimaginable de mujeres lanzadas a la hoguera para que el fuego consumiera sus endemoniadas almas y colgadas desde los árboles más altos de Samlesbury, tres mujeres lograron acabar con la matanza hacia los de su raza. Southworth y las hermanas Bierley fueron en enjuiciadas y señaladas como culpables ante los últimos acontecimientos ocurridos en el pueblo, sin embargo, astutas y profesionales en control de la mente engañaron a todos y cada uno de los habitantes de aquel lugar, incluso al juez… Entre lágrimas y súplicas de piedad frente a la supuesta “inocencia” de la cuál eran dueñas, fueron absueltas de todo cargo. Pese a esto, hubo un grupo de hombres, grandes exponentes de la Iglesia, que no cayeron frente a sus palabras, no se permitieron enternecer frente a sus miradas cansadas y cuerpos maltratados por lo que juraron ante Dios acabar algún día con toda bruja, brujo y hechizero que habitara Reino Unido,   Exceptuando, claro, a los grandes exponentes de la Iglesia, quienes juraron ante Dios acabar con ellas, siendo necesario, o no, pasar por encima de la ley.

Coincidencia, o no, las desgracias al interior de Samlesbury cesaron. Los niños dejaron de desaparecer y por el contario, ya no aparecían cuerpos a medio comer en ningún rincón del pueblo. La paz había llegado, el miedo se levantaba e iba tal cual lo hacía la lluvia luego de aparecer el sol. Las décadas pasaban y pasaban, ahora, en pleno siglo XXI, no existían más que viejas historias y cuentos que le relataban a los pequeños antes de dormir, o bien, una que otra amenaza  o broma de hermanos mayores hacia los menores; “Si me acusas con mamá le diré a las brujas que te vengan a buscar, ¿oíste?”… Creer en brujas era tan o aún más absurdo que creer en Papá Noel, el Ratón de los Dientes o el Conejo de Pascua, pero nadie se daba cuenta de lo que sucedía al frente de sus narices…

Alice ya había vivido una temporada en Inglaterra, había visitado sus orígenes una vez más pero era momento de marcharse… Era imposible quedarse allí si su piel se mantenía siempre fresca, todos envejecían con naturalidad, pero ella… Ella debía arrancar y regresar cuando el repartidor de periódicos,  el guardia del supermercado o la bibliotecaria del Municipio murieran y no existiera quién la recuerde. Jamás le gustó escapar, odiaba sentirse tan sola y no tener con quién compartir su vida, ni siquiera con la mujer que le había cuidado desde que le había cuidado desde pequeña, una anciana bruja que le vio crecer hasta sus aparentes 15 años que murió luego de quién sabe cuántos millones de años.

Esta vez, Grace decidiría viajar a Salem, sabía que aquella ciudad era cuna de la brujería pero jamás la había visitado, pues a pesar de odiar su soledad, sentía miedo de conocer gente como ella y verse obligada a encontrar una estabilidad que realmente no quería. Un poco de ropa en la maleta, maquillaje, dinero y comida era lo único que necesitaba para comenzar su nuevo viaje.